La actualización y desarrollo de nuevos aprendizajes a través de las vías a distancia cada día crecen de manera impresionante. Sin embargo aún no es la opción más elegida, básicamente porque las personas seguimos pensando que la presencialidad es mejor que la virtualidad.
En muchos sentidos esto es cierto y seguro que para muchas personas el ver y escuchar a un profesor y a sus compañeros, es uno de los aspectos gratificantes de participar en un curso.
Pero si tomamos en cuenta lo que acabo de escribir, actualmente los cursos virtuales se desarrollan viendo al profesor y escuchándolo, es decir hay mucha comunicación “sincrónica” , y para quienes no tienen tiempo, también puede ser “asincrónica”. Las video conferencias se incluyen en casi todos los cursos virtuales modernos y para la comunicación con los compañeros existen muchas herramientas en línea, además de herramientas para el desarrollo conjunto de documentos escritos, numéricos y gráficos, y otros como videos, presentaciones, etc.
La calidad de un curso de este tipo depende de la forma como esté organizado, si tiene o no bases pedagógicas, del material que se utilice, y por supuesto de los docentes responsables de su desarrollo. Además es muy importante el nivel tecnológico utilizado en su desarrollo.
Un curso virtual no es la simple colocación de archivos Word en una plataforma, es mucho más que eso. Se trata de un entorno especial, donde se han creado un conjunto de pasos, de acuerdo a la forma en que aprende una persona y el profesor ha desarrollado los mecanismos para que se logren los objetivos de este aprendizaje.
Por lo tanto esta opción es tan válida y comunicativa como la presencial y genera los mismos sentimientos y emociones que en la vida real…
Por Teresa Fernández Bringas